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En el pueblo hay muchos Camilos.

En el pueblo hay muchos Camilos.

Hay veces me pregunto si no hubiese desaparecido en el mar, cómo sería verlo con el cabello cubierto de canas,  la barba ya no tan tupida y un tono más claro. El sombrero; el sombrero de alón seguro le acompañaría como la primera vez que se lo puso se miró en un espejito y  le dijo al amigo campesino de la sierra, a mi me queda mejor que a ti.

Camilo hubiera aplaudido la celebración de un congreso de jóvenes creadores y doy por sentado que le pondría apellido a las patrañas de los Estados Unidos en el injusto encarcelamiento de los héroes. Estaría frente al televisor  sin perderse un juego de pelota de su equipo y muy  cerca de Fidel  recordando aquellos inolvidables encuentros de los barbudos en el béisbol de hace justamente medio siglo.

Camilo trabajaría incansablemente  a la par de  su pueblo.  Los que nacimos después del 28 de octubre de 1959 no alcanzamos  verle y compartir aquel histórico discurso en que evocara a Bonifacio Birne y dibujara la bandera con su propia voz.

Hoy Camilo Cienfuegos despierta en las miles de sonrisas de aquellos adolescentes futuros oficiales de las fuerzas armadas revolucionarias que llevan sobre sus hombros la imagen del Héroe de Yaguajay. Son ellos los que con cariño llamamos nuestros camilitos. Los más pequeños, hoy  le cantan  en sus círculos infantiles,  lo que será siempre él: “Un hombre de una gran sonrisa y un gran corazón”.

  Los mares y ríos  cada 28 de octubre  se vuelven jardines, ofrendas de un pueblo entero, al eterno comandante,  Señor de la Vanguardia. Camilo sigue vivo en el pueblo cubano, porque al decir de Fidel: “En el pueblo hay muchos Camilos”.   

 

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